Un día de recolección de los años 60

Vamos a referir un día en la recolección de la cereza, por parte de una familia, hace, por ejemplo, cincuenta años:

Son las 5 de la mañana, suena el despertador: Riiiiing, riiiiiing….,

El padre, Juan y la madre, Luisa se levantan rápidamente de su cama. Es otro día más de cerecera, algo a lo que ya están acostumbrados.

El padre se acerca a la alcoba donde duerme placentero el hijo, Luis, que no ha escuchado el despertador.
Juan.- Vamos hijo que ya son las cinco.

Luis se despereza y piensa: ¡¡otro día más, cuando acabaremos la cerecera!!.

Luisa, se afana en las tareas de la casa desde el primer momento. Ha de quedar hechas las camas y atender al ganado, gallinas y cerdo que ocupan la parte baja de la casa, en la cuadra que hay habilitada para su cría.

Los dos hombres salen de la casa hacia el prado donde se encuentran las caballerías.
Luis.- Padre, parece que va a hacer buen día, no se mueve ni una paja.

Juan.- Claro hijo, es lo normal en esta época; ya verás como pega el sol, esta tarde.

En animosa conversación, llegan al prado donde proceden a  poner los aparejos a las caballerías y cargarlas con las cajas vacías que han de servir como envases para las cerezas que se recolecten en el día. Estas cajas son de una capacidad suficiente como para 20 o más kgs.
Una vez cargadas las cajas, el padre y su hijo se dirigen hacia la finca donde llegan a las primeras luces, la madre queda en casa realizando las tareas más necesarias del hogar, y una vez ha finalizado prepara el desayuno para sus hombres que, llegados a la finca y tras haber descargado las cajas de las caballerías, se han puesto a recolectar las cerezas de forma ininterrumpida hasta que llega la señora con el desayuno que tan cariñosamente ha preparado.


Luis.-
Vaya, como me gusta a mí desayunar en el cerezo.

Juan.-
Vamos espabila y déjate de conversación que no tenemos todo el día. 

Este desayuno, generalmente a base de café y pan frito era ávidamente consumido, subidos en el cerezo, por el padre y el hijo.

La recolección se hacía trepando al árbol y por la parte de fuera de éste, mediante una escalera de madera, para no dejar ni una fruta sobre el mismo.

La madre procede a clasificar la fruta en una manta tendida en el suelo, a la sombra del cerezo. Por entonces, sólo se desechaban las cerezas que se encontraban dañadas o eran muy menudas; el resto eran depositadas en las jaulas de madera, que previamente habían sido encamadas con helechos frescos para evitar que la cereza sufriera ningún daño, sin ninguna diferencia de tamaños ni calibres. Por entonces no se conocía esto del calibre.

La recogida sólo se suspendía para las comidas, todas se realizaban en el campo, y eran: "hacer las once", que consistía en una comida rápida a base de embutidos y pan, a eso de media mañana; "la comida", que era un guiso, en puchero y en el fuego que se hacía en cualquier lugar adecuado de la finca, de carne con patatas; esta comida se realizaba al medio día. Después de una pequeña siesta a la sombra de un cerezo, se reanudaba la tarea hasta "la merienda" que era a media tarde y también a base de pan y embutidos, para continuar hasta la finalización de la jornada con la carga de la fruta recolectada y su transporte en los animales hasta el almacén de recogida, generalmente  la Cooperativa.
La jornada no finaliza hasta que no se llevaban los animales a su lugar de descanso, donde se les facilitaba la comida necesaria.
  De vuelta a casa a esperar la hora de la cena y a disfrutar del merecido descanso, pues mañana, es otro día igual al anterior.
En la actualidad, el trabajo de recolección es mucho más llevadero. A las fincas se accede con vehículos, los árboles son de porte más pequeño, por lo que, generalmente, no hace falta subir a ellos. Se recolectan desde el suelo o ayudados por pequeñas escaleras.
El transporte, por consiguiente, también se hace con vehículos. Se come y se selecciona la fruta en casa. No se madruga tanto como antes y se deja de coger cerezas antes con el consiguiente descanso que supone para el personal.